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#Entrenadores: ALEX FERNÁNDEZ: «Busco formar equipos sólidos y competitivos, pero también personas con valores que trasciendan el terreno de juego»

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Hoy hablamos con un joven técnico conquense con gran experiencia dentro del fútbol base donde ha pasado por diferentes canteras y también en senior.

Vamos a conocer el trabajo en los banquillos, su experiencia y opinión de este fútbol de Alex Fernández.

Álex, cuéntanos un poco sobre ti. ¿Cómo te defines como persona y como entrenador? ¿Qué te llevó al mundo del fútbol desde el punto de vista técnico?

Mi nombre es Alejandro Fernández García y soy natural de Carboneras de Guadazaón, un pequeño pueblo de Cuenca al que siempre he llevado en el corazón y del que me siento profundamente hijo y heredero. Me considero una persona dedicada, constante y profesional, con un compromiso firme hacia la formación continua y la ampliación de conocimientos.

El fútbol forma parte de mí prácticamente desde que tengo uso de razón. Nací y crecí en una familia estrechamente ligada a este deporte, tanto de jugadores como de entrenadores. Una de mis grandes referencias ha sido siempre mi tío Constancio, figura respetada que lleva dedicando más de cuarenta años de su vida a entrenar, transmitiéndome la pasión, la disciplina y la importancia de los valores que el fútbol representa.

Como entrenador, me defino por una visión clara: la lucha, el coraje y el sacrificio están por encima de la técnica y la calidad. Creo firmemente que “la lucha llega donde no llega la esencia”, y que en el fútbol, como en la vida, la entrega total y el compromiso colectivo son el verdadero motor del éxito.

Vemos que fuiste jugador antes de ser entrenador. ¿Cómo fue esa transición? ¿En qué momento decidiste colgar las botas para dedicarte completamente a los banquillos?

Como jugador disfruté muchísimo del fútbol, aunque siempre dentro de un nivel amateur. Lamentablemente, las lesiones acabaron marcando mi trayectoria y fueron determinantes para que tomara la decisión de colgar las botas.

Si miro atrás, reconozco que hubo algo que me faltó en mi etapa como futbolista: ese coraje, esa fuerza y ese sacrificio que hoy considero esenciales y que sí forman parte de mí como entrenador. Quizá por eso siento que, de alguna manera, siempre fui entrenador, incluso cuando estaba en el campo como jugador.

La transición se dio de manera natural, impulsada tanto por las circunstancias físicas como por mi vocación. Descubrí que en los banquillos podía aportar mucho más de lo que aportaba como futbolista, y que ahí encontraba mi verdadera realización.

Tienes el Nivel III-UEFA PRO, la máxima titulación como entrenador. ¿Cómo fue ese proceso formativo? ¿Qué fue lo que más te aportó de esa experiencia?

Actualmente, me encuentro a un paso de obtener la máxima titulación académica en España, el Nivel III–UEFA PRO. Hasta ahora, he completado el Nivel 1 y el Nivel 2 académicos, además de los niveles B y C formativos.

He complementado mi preparación con especializaciones en análisis deportivo, Big Data y formación sanitaria aplicada al deporte, avalada por mi titulación como graduado en Enfermería.

Lo que más me ha aportado este camino formativo no ha sido únicamente el conocimiento técnico, sino sobre todo un cambio profundo en mi mentalidad como entrenador. La formación me enseñó a cuestionarme constantemente, a ser más crítico y a no dar nada por sabido.

En este proceso uno se da cuenta de que, cuanto más cree que sabe, más comprende lo mucho que le queda por aprender. Esa humildad intelectual y esa apertura de mente son, para mí, el mayor valor que me ha dejado esta experiencia.

En tu paso por cantera Conquense, ¿qué metodología implementaste? ¿Cómo adaptas tu estilo de entrenamiento según la categoría y edad de los jugadores?

El Conquense es el club de mi ciudad y siempre lo he llevado en mi corazón. Mi experiencia estuvo vinculada a una escisión del propio club, el Fátima Deportivo, con el que en aquel momento trabajábamos de forma alineada. Comencé con apenas 20 años entrenando a un equipo benjamín de fútbol sala, al mismo tiempo que seguía compitiendo como jugador.

Recuerdo especialmente un hito que marcó esa etapa: lograr vencer al primer equipo del propio Conquense, que en ese momento ocupaba la primera posición en la clasificación. Aquella experiencia me enseñó el valor del trabajo colectivo, la importancia de la confianza en los jugadores y lo determinante que puede ser la motivación en el desarrollo de los jóvenes.

En cuanto a la metodología, siempre he creído que debe adaptarse a la edad y al contexto de los jugadores. Con categorías de formación, el enfoque debe estar centrado en la enseñanza de valores, la adquisición de fundamentos técnicos y la diversión como motor de aprendizaje. A medida que los jugadores crecen, el trabajo se vuelve más estructurado: se introducen conceptos tácticos, se incrementa la exigencia física y se trabaja en el desarrollo mental, siempre sin perder de vista que cada etapa tiene sus necesidades y ritmos de maduración.

En definitiva, entendí desde mis primeros pasos que un entrenador no puede aplicar la misma receta en todas las categorías, sino que debe ajustar su estilo y metodología para acompañar a los jugadores en cada fase de su evolución.

Cuéntanos sobre tu experiencia en C.D. Guadamur. ¿Qué retos encontraste allí y cómo los afrontaste? ¿Qué balance haces de esa etapa?

Antes de llegar al C.D. Guadamur, con 24 años, reinicié mi carrera como entrenador en el cadete juvenil femenino de Gálvez. Fue una experiencia muy enriquecedora que me permitió redescubrir mi vocación y me vinculó de lleno a mi nueva identidad como entrenador.

En Guadamur descubrí una de las caras más duras del fútbol, al enfrentarme a la realidad de la Segunda Autonómica. Fue una etapa en la que sufrí mucho debido a la falta de compromiso de algunos jugadores e, incluso, a ciertos gestos de desprecio que me hicieron cuestionarme aspectos fundamentales del trabajo en los banquillos. Sin embargo, también tuve la suerte de encontrar futbolistas verdaderamente apasionados, auténticos amantes de este deporte, con los que compartí una entrega sincera y con quienes, a día de hoy, sigo manteniendo una relación cercana.

Esa mezcla de dificultades y gratificaciones me permitió crecer como entrenador y como persona. Aprendí a gestionar la frustración, a valorar más aún el compromiso real y a distinguir con claridad qué tipo de jugadores quiero tener a mi lado en un proyecto deportivo.

En C.D. Pantoja, ¿cómo fue tu experiencia? ¿Qué aspectos priorizas cuando llegas a un nuevo equipo para crear un buen ambiente de trabajo?

Mi paso por el C.D. Pantoja lo recuerdo como una etapa de enorme aprendizaje. Allí tuve la oportunidad de llegar a la Preferente de Castilla-La Mancha, la categoría inmediatamente anterior a la 3ª RFEF, lo que supuso un salto cualitativo en mi carrera. Fue una experiencia que me permitió competir a gran nivel y, sobre todo, aprender de grandes entrenadores con los que trabajé mano a mano, enriqueciendo mi visión táctica y metodológica.

Tu paso por C.D. Toledo, ¿cómo defines esa experiencia? ¿Cuáles son los aspectos que más valoras de haber trabajado en ese club?

Mi paso por el C.D. Toledo fue breve, apenas un mes, pero significativo. Trabajar en una cantera con tanto prestigio dentro de Castilla-La Mancha me permitió afianzar metodologías y contrastar mi manera de entender el fútbol en un entorno exigente y con gran tradición formativa.

Poco después llegó la llamada irrechazable del Rayo Vallecano, que marcó un punto de inflexión en mi trayectoria. Aunque el tiempo en Toledo fue efímero, lo valoro como una experiencia que me permitió crecer y que me dio la oportunidad de estar en contacto con un club de gran nombre, lo cual siempre suma en el recorrido de un entrenador.

Tu experiencia en la Academia del Rayo Vallecano, debió ser muy enriquecedora trabajando en la cantera de un club profesional. ¿Cómo fue esa etapa y qué te aportó trabajar en una academia de tal nivel?

Mi paso por la Academia del Rayo Vallecano fue una de las experiencias más enriquecedoras de mi trayectoria como entrenador. Si miro atrás, veo cómo el esfuerzo iba dando sus frutos: en la temporada 23/24 trabajé en Gálvez y Guadamur, y en la 24/25 pasé de Pantoja a Toledo para finalmente llegar al Rayo. Cada etapa fue consolidando mi camino y me permitió crecer de forma exponencial.

En el Rayo tuve la oportunidad de dirigir al Cadete C, dentro de una estructura enorme que llegaba a extenderse hasta categorías “I” o “J”. Esa magnitud formativa refleja el nivel de exigencia y la capacidad de un club profesional que apuesta firmemente por su cantera. La metodología, la organización y la profesionalidad que encontré allí marcaron un antes y un después en mi manera de entrenar.

Vestir ese escudo fue, y sigue siendo, un orgullo al alcance de muy pocos. Más allá del aprendizaje técnico y táctico, lo que me llevó del Rayo es la experiencia de haber formado parte de una academia profesional de primer nivel, que me ayudó a elevar mi exigencia, mi capacidad de planificación y mi visión global del fútbol formativo.

Háblanos de tu paso por Mora CF, tu club actual. ¿Qué objetivos tienes allí y cómo es esa experiencia?

Mi llegada al Mora CF, en la segunda categoría juvenil del fútbol español, ha sido una experiencia llena de ilusión y responsabilidad. Entrar en un club humilde, pero con tantas ganas de hacer cosas grandes, me motiva enormemente y me hace sentir parte de un proyecto especial.

El objetivo marcado por la entidad es claro: asegurar la permanencia en la categoría. Y eso es algo que todos debemos tener muy presente, porque representa un gran reto competitivo en sí mismo. Sin embargo, como entrenador siempre estoy dispuesto a aspirar a más. Creo firmemente que la ambición es el motor que nos permite superar nuestras propias limitaciones, y que incluso en un contexto de humildad y realismo, se puede trabajar para dar un paso más allá.

En Mora estoy encontrando un grupo comprometido, con jóvenes con hambre de aprender y crecer. Para mí, ese es el mejor punto de partida: construir desde la ilusión y el sacrificio colectivo, con la mirada puesta en consolidar al club en la categoría y, ¿por qué no, soñar con objetivos más altos?

¿Cómo definirías tu filosofía como entrenador? ¿Qué modelo de juego intentas implementar y cómo trabajas los aspectos tácticos, técnicos y psicológicos con tus jugadores?

Mi filosofía como entrenador es clara y se resume en tres pilares fundamentales: trabajo, sacrificio y lucha. Para mí, estos valores son innegociables y representan la base sobre la que debe construirse cualquier proyecto deportivo.

En cuanto al modelo de juego, trato de combinar el fútbol moderno basado en la táctica, la intensidad y la adaptación constante con la esencia tradicional que nos vio crecer en este deporte: la pasión, el esfuerzo colectivo y la importancia del grupo por encima de las individualidades. Mi objetivo es que el equipo no solo compita, sino que también tenga una identidad reconocible en el campo.

Dedico mucho esfuerzo al trabajo metodológico, estructurando cada sesión con un propósito claro, y al mismo tiempo doy gran importancia al desarrollo psicológico y personal de los jugadores. Creo que un futbolista no solo debe mejorar técnicamente, sino también crecer en lo mental, en la confianza y en la capacidad de superar adversidades.

En definitiva, busco formar equipos sólidos y competitivos, pero también personas con valores que trasciendan el terreno de juego.

¿Cómo ves la evolución del fútbol en los últimos años? ¿Qué cambios has notado en la mentalidad de los jóvenes jugadores y cómo te has adaptado como entrenador?

La evolución del fútbol en los últimos años ha sido verdaderamente espectacular. El nivel de detalle y dedicación en los entrenamientos ha alcanzado cotas que antes eran impensables. Hoy en día el trabajo es mucho más específico, metodológico y adaptado a las necesidades reales del juego: se diseñan tareas por sectores, por cuadrantes del campo, por posiciones concretas… En definitiva, una auténtica revolución que, lejos de restarle esencia al fútbol, lo enriquece y lo convierte en una disciplina cada vez más completa y exigente.

En cuanto a la mentalidad de los jóvenes jugadores, también he notado un cambio importante. Están más preparados, más conscientes de la importancia de cuidar todos los aspectos físicos, técnicos, tácticos y psicológicos y demandan entrenadores capaces de darles respuestas adaptadas a ese nivel de exigencia.

Como entrenador, me he adaptado abrazando esta evolución con entusiasmo. He incorporado metodologías modernas, análisis de datos y dinámicas más estructuradas, pero siempre sin perder de vista los valores esenciales: el esfuerzo, la pasión y la formación integral del jugador como persona y deportista.

Para finalizar, ¿qué opinión tienes sobre el proyecto de FutbolVerdadero? ¿Crees que este tipo de plataformas aportan valor al fútbol base y a la difusión de entrenadores y clubes de categorías no profesionales?

Quiero comenzar agradeciendo sinceramente la oportunidad de esta entrevista. Para mí es un orgullo poder compartir mi visión y mi experiencia en un espacio como FútbolVerdadero. Su labor es enorme y muy necesaria, porque da voz y visibilidad a entrenadores y clubes de categorías no profesionales que, en muchas ocasiones, no cuentan con la difusión que merecen.

Este tipo de plataformas aportan un valor incalculable al fútbol base, no solo por la proyección que brindan, sino porque ayudan a dignificar el trabajo que hay detrás de cada equipo y cada entrenador. Ojalá existieran más iniciativas como esta, que contribuyen al crecimiento del fútbol en todas sus dimensiones y que nos permiten seguir aprendiendo unos de otros.

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