¿Es más importante el juego o asegurar la gestión de las emociones para que las jugadoras y jugadoras realmente jueguen?
Hace unos días, tuve una conversación con un entrenador en la que intenté que se diera cuenta del factor psicológico y cómo influye en el juego. Su equipo debutaba en la isla de origen de una de las jugadoras que suele dejar en el banquillo.
Jugadora que está muy desmotivada dada la situación: entrena como una más, nunca falla y siempre intenta estar presente en todo lo que se haga. En cambio, no ve recompensado su esfuerzo y sabe que va a tener muy difícil jugar.

Para este fin de semana donde se jugó en su lugar de nacimiento, sabía que tenía muchas opciones de ser titular ya que, en su puesto, no había jugadoras disponibles. Por este motivo, recuperó las ganas de jugar, su motivación estaba en lo más alto y toda su familia fue a ver el partido.
¿Decisión del entrenador? Poner a otra jugadora y dejarla en el banquillo. Con esta acción, hundió psicológicamente a la futbolista y ahora mismo no quiere seguir jugando.
Este ejemplo o alguno similar, puede suceder en cualquier equipo. Un entrenador hunde psicológicamente a una jugadora y la elimina de la ecuación. Si hubiese actuado de otra manera y hubiese sabido manejar el factor psicológico, seguramente seguiría contando con la jugadora.




Al error inicial hay que sumarle otro: no ha sido capaz de acercarse a la jugadora y hablar con ella en ningún momento. Eso genera un alejamiento y una no identificación ni con el entrenador ni con el equipo aparte de que ahora mismo la jugadora ya no se ve ni en el equipo ni en el mundo del fútbol.
¿Es importante la gestión de emociones? Mucho más que el juego en sí. Si un jugador o una jugadora no está bien, si emocionalmente no está centrado, no hay fútbol. Es así de simple.
Si lo comparamos con cualquier otro ámbito de la vida, seguramente sea más fácil de comprender. Y es aquí donde abro el debate, ¿qué ejemplos pondrías tú?




Escrito por Tamara Blasco. Entrenadora de Fútbol Nacional.